martes, 27 de noviembre de 2012

Análisis Sentimental

Conocer a los demás, conocerme a mí mismo son dos cosas que van de la mano. La pregunta es ¿que tanto se puede lograr?
¿Es acaso esto necesario para llegar a amar realmente?
Conocerme a mí mismo me permite predecir mi actuar, controlar mis emociones y evitar algunas situaciones. Sin embargo conocerme completamente es imposible y lo que me genera son falsas seguridades, me estanca y supone una habilidad para esconder lo que siento y para actuar como otros desean pudiendo convertirme un ser hipócrita y deshonesto, cosa que no deseo.
Lo mismo ocurre al conocer a otros, ya que vemos de los otros lo que estos nos dejan ver. Cuando alguien guarda lo que siente, se guarda las razones de sus propias acciones, no permite al otro que lo entienda y comprenda, anula toda conexión afectiva, lo cual en algunos casos, como lo es para mí, genera una gran curiosidad.
A mi modo de ver, el mundo debería ser una hoja de papel que todos pudiéramos leer y entender, o al menos aquella parte de este donde nos vemos sumergidos. Es por ello que procuro ser abierto y comprensivo, aunque no puedo evitar ser calculador y absurdamente analítico.
Tan extremo es este análisis a veces que me obsesiono por los detalles, por las expresiones, por los escenarios, obviando muchas veces que todos somos humanos, y que por más que lo queramos evitar, no solo actuamos racionalmente sino instintivamente y otras tantas impulsados por influencias externas.
Es en este pequeño grupo de formas de actuar en que mi yo calculador se regocija y engríe, pues es muy común que mis comentarios tengan un fin fijo pero con doble sentido, ambigüedades poco o muy notorias, según mi conveniencia, en búsqueda de la respuesta influenciada a la que someto al que me escucha o incluso haciéndole creer que la mía fue de igual tipo.
Es quizás por esto que alimento mi locura pues suelo analizar las conversaciones, como si las emociones que esconden pudieran ser extraídas de una única palabra, de un único gesto, y muchas veces así es.
Cuan peligroso me es esta actitud ante la vida se puede ver ante una conversación en la que me empeño en participar al notar la hipocresía, la indiferencia, o el repudio por parte de mi interlocutor, solo para darle motivos reales o buscando eliminar sus cotas metales al manifestar tales sentimientos. Sin embargo este proceso me destruye emocionalmente, mientras racionalmente me fortalece y me llena.
Aplicad todo lo anterior a los sentimientos que se creen correspondidos y veréis cuan dolorosa puede resultar una mirada baja, un simple sonreír de lado, un pestañeo largo acompañado de una ligera respiración, para hacer que mis emociones exploten en duda, en desespero y mi curiosidad se convierta en el cuchillo que busque extraer las respuestas que apuñalan mi ser; por más que mi yo analítico prevea todo el escenario y reconozca las motivaciones del actual ajeno, mi yo sentimental se retuerce y llora, no cree, se bloquea e idealiza mis relaciones con el mundo de aquella forma proteccionista que tanto daño me hace...
Pd. Escrito el 6 de Abril de 2010

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